miércoles, 1 de febrero de 2017

GLOBALIZACIÓN




La mundialización de la cultura científico-técnica y de la producción económica no son las únicas realidades globalizadoras de nuestro mundo. Junto a la técnica y el mercado se alineán los medios de comunicación de masas. 
Estos nuevos lazos electrónicos mundiales nos hacen prácticamente contemporáneos a los hombres de nuestro tiempo; son los causantes, además, de un profundo cambio del contexto de experiencia social. Ahora somos verdaderamente contemporáneos a los demás seres humanos. La historia universal es por primera vez una realidad, merced a la cercanía y la puesta en contacto de noticias, sucesos, modas, estilos de vida y de sociedades de los diversos pueblos de la tierra. No tiene nada de extraño que estemos experimentando lo que empieza a denominarse el efecto a distancia: la influencia de unos puntos de la tierra sobre otros. No nos referimos únicamente a la industria automovilística nipona, por ejemplo, sino a las modas más pasajeras del vestir o de los telefilmes.



Las repercusiones de esta globalización cultural no sólo se perciben en una uniformización de estilos de vida que imitan el americano: una macdonaldización de la cultura y la sociedad que amenaza con trivializarnos o someternos a los dictámenes de la publicidad consumista; se da también un doble fenómeno unido dialécticamente, y que está apareciendo ya como un dinamismo de fondo de la cultura actual. 
1) Por una parte, la mundialización de los medios de comunicación nos ha facilitado el tomar conciencia de que cada pueblo o región es parte de un todo mucho más amplio. El sentido de relatividad nace al ritmo de esta experiencia de generalizado provincialismo que todos podemos hacer.
 2) Pero al mismo tiempo que crece nuestro sentimiento de relatividad cultural, de ser el nuestro un modo de vida, religión o comportamiento humano entre otros, crece también la necesidad de valorar la tradición en la que he crecido, la religión en la que creo, la región en la que he nacido o, incluso, la localidad en la que vivo. El nacionalismo, la valoración de las propias raíces, la diferencia frente a otros, surge a la par que el relativismo de sabernos uno entre muchos. 

Vivimos el descubrimiento de nuestra contemporaneidad en un mundo plural y diferente. El relativismo y el multiculturalismo hacen aparición como fenómenos concomitantes en sus versiones sanas o enloquecidas.



La globalización es un fenómeno inevitable en la historia humana que ha acercado el mundo a través del intercambio de bienes y productos, información, conocimientos y cultura.
En las últimas décadas, esta integración mundial ha cobrado velocidad de forma espectacular debido a los avances sin precedentes en la tecnología, las comunicaciones, la ciencia, el transporte y la industria.
Si bien la globalización es a la vez un catalizador y una consecuencia del progreso humano, es también un proceso caótico que requiere ajustes y plantea desafíos y problemas importantes.

¿En qué me afecta?

La globalización ha desencadenado uno de los debates más intensos de la última década.
Cuando la gente critica los efectos de la globalización, suele referirse a la integración económica. La integración económica se produce cuando los países reducen los obstáculos, como los aranceles de importación, y abren su economía a la inversión y al comercio con el resto del mundo. Los detractores se quejan de que las disparidades que se producen en el sistema comercial mundial de hoy perjudican a los países en desarrollo.
Los defensores de la globalización señalan que los países como China, Viet Nam, la India y Uganda que se han abierto a la economía mundial han reducido notablemente la pobreza.
Los críticos sostienen que el proceso ha significado la explotación de gente en los países en desarrollo, producido perturbaciones masivas y aportado pocos beneficios.
Para que todos los países puedan beneficiarse de la globalización, la comunidad internacional debe seguir esforzándose por reducir las distorsiones en el comercio internacional (disminuyendo las subvenciones a la agricultura y los obstáculos comerciales) que favorecen a los países desarrollados y por crear un sistema más justo.

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